Cabinas de seguridad biológica: Uso, desinfección y mantenimiento

Organización Panamericana de la Salud | 25/04/2018
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Idioma: Castellano
Autor: Organización Panamericana de la Salud
Web: Ver aquí
Procedencia: Organización Panamericana de la Salud a
 

En el presente documento se explicarán las diversas clases de cabinas de seguridad biológica, la forma cómo se encuentran clasificadas, cómo se utilizan, cómo y con qué agentes se desinfecta, cómo se tratan los incidentes que como derrames o salpicaduras se presentan durante el trabajo normal del laboratorio, qué componentes las integra y cómo se mantienen.  

Las cabinas de seguridad biológica (CSB), comúnmente conocidas como cabinas de bioseguridad, forman parte de un grupo de equipos destinados a mejorar las condiciones generales bajo las cuales se realizan una gran variedad de actividades en los laboratorios clínicos y de investigación en el área de salud pública. Estas actividades abarcan desde procesos rutinarios para la identificación de microorganismos hasta actividades especializadas de investigación.

Así mismo, son igualmente conocidas con diversos nombres tales como “gabinetes de bioseguridad”, “campanadas de flujo laminar” y “purificadores”, entre otros, el término “flujo laminar” se utiliza también comúnmente para identificarlas. Los equipos son los que garantizan la existencia de ambientes controlados, indispensables para realizar actividades que por sus características resultan potencialmente peligrosas para la salud del hombre y del ambiente.

Por otra parte, algunas de las cabinas protegen el estado de los productos o cultivos objeto de la investigación.  La concepción y desarrollo de este tipo de equipos se inició a principios del siglo XX, cuando se diseñó una caja de aislamiento microbiológico, la cual se mantenía a presión negativa. Disponía de un filtro de ingreso y el aire finalmente se extraía de la misma a través de un frasco que contenía una solución desinfectante.  

En 1942, Van Den Ende, diseñó y construyó la que puede considerarse como la primera cabina de seguridad biológica, en la cual se generaba un movimiento de aire hacia el área contenida a través de un quemador, colocado sobre el conducto de extracción o chimenea. Dicho diseño fue refinado y hacia 1953 se logró una versión de las cabinas conocidas hoy en día como Clase I, aunque con filtros fabricados en lana de vidrio que únicamente proporcionaban, como máximo, una eficiencia del 95%, de forma que el aire de extracción debía ser incinerado.  

En 1962, como consecuencia del desarrollo de los filtros denominados HEPA (High Efficiency Particulate Air), se logró que el aire pudiera ser filtrado para ser descargado al exterior del laboratorio o pudiera ser reciclado dentro de la cabina, hecho que generó el desarrollo de las diversas clases de cabinas existentes hoy en día.

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