El futuro de las Unidades de Cuidados Intensivos después del COVID-19

Raúl Palacios, Arquitecto Prescriptor de GRUPSA | ABRIL 2020
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La crisis de la Covid-19 está impactando en nuestras vidas a una escala sin precedentes. Los sistemas sanitarios europeos, hasta ahora infranqueables, presumían de solidez, potencia y capacidad. Nada más lejos de la realidad. La etapa por la que estamos atravesando marca un antes y un después en las estructuras sanitarias. Los efectos que ha acarreado esta pandemia hasta la fecha demuestran la fragilidad de los cimientos sobre los que se sustenta el conglomerado sanitario en el siglo XXI.

Según datos de la ESCRI (Estadística de Establecimientos Sanitarios con Régimen de Internado-Indicadores Hospitalarios) en un estudio realizado en 2005, en los hospitales de agudos, las camas de UCI representan solo un 4,3% del total de las camas en funcionamiento de dichos hospitales. Durante estos días hemos observado cómo la mayoría de los hospitales españoles colapsaban por falta de este tipo de espacios.

Si recurrimos al documento “UNIDAD DE CUIDADOS INTENSIVOS: ESTÁNDARES Y RECOMENDACIONES” publicado en el 2010 por el Ministerio de Sanidad y Política Social de España, podemos extraer que, “desde el punto de vista asistencial, la dimensión más adecuada de la UCI se encuentra entre 8 y 12 camas, debiéndose considerar la necesidad de disponer de una habitación con presión positiva y otra con presión negativa, en función de la población asistida”. En cuanto a su localización dentro del hospital, debe encontrarse en un espacio diferenciado y controlado, contar con equipamientos adecuados y permitir una conexión directa o semidirecta con el bloque quirúrgico, urgencias y radiodiagnóstico, entre otras unidades. Además, según el CTE (DB-SI), estas unidades deben disponer de dos accesos/salidas para garantizar la evacuación. De forma complementaria, se han de tener en cuenta el acceso de familiares o visitantes del paciente, así como las circulaciones del ingresado, el personal y los suministros.

Todos los puntos anteriores establecen criterios claros y ciertamente encorsetados para el diseño de las Unidades de Cuidados Intensivos y las circulaciones de las mismas. La existencia de habitaciones con presión controlada, necesarias para pacientes inmunodeprimidos o contagiosos, se reduce a una recomendación “en función de la población asistida” o de los criterios funcionales del proyecto hospitalario en particular. Llega el momento de plantearse si estas pautas que hemos estado siguiendo en los últimos años están quedando obsoletas.

Los nuevos hospitales en países desarrollados están dotados de novedosas tecnologías, materiales antibacterianos de altas calidades y personal sanitario brillante, sin embargo, estos días ha quedado latente la necesidad de una revolución en las construcciones sanitarias. A medida que la sociedad avanza hacia la globalización mundial y la superpoblación, las probabilidades de que surjan nuevas enfermedades aumentan de manera exponencial. Definitivamente, debemos preparar las nuevas infraestructuras hospitalarias para lidiar con futuras pandemias de proporciones similares a la causada por el virus SARS-CoV-2 o por ataques biológicos futuros, todavía desconocidos.

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