Este artículo se publicó por primera vez en el blog de Roca Gallery en enero de 2020.

La OMS afirma que la soledad es una epidemia del siglo XXI. Es verdad que tenemos una esperanza de vida cada vez mayor y supuestamente estamos más conectados entre nosotros, pero la realidad es que nos encontramos cada vez más solo y nos sentimos aislados, especialmente las personas mayores. Esto no sucede solo en España: el 9% de la población sufre soledad no deseada, soledad social y soledad emocional.

Marcado por un neoliberalismo feroz, el siglo XX tuvo la tendencia de buscar la libertad individual por encima de cualquier cosa; un individualismo exagerado que llegó a construir un paradigma de individualidades hiperconectadas. Este cambio social, vinculado con la migración de la población a las ciudades, ha afectado notablemente la forma en que nos relacionamos entre nosotros, desmantelando las estructuras sociales establecidas en las comunidades de vecinos y barrios. Una comunidad de vecinos en la ciudad se ha convertido en algo puntualmente residual e incómodo. Hoy en día, ya no es normal tomar prestada un poco de sal de un vecino cuando se nos acaba; preferimos esperar y salir al día siguiente para comprarla en la tienda de la esquina.

La revolución de la común

Parece que algo ha estado cambiando recientemente. Es como si se hubiera llegado al extremo más alejado del individualismo y ahora estamos notando el problema. En 2009, el Premio Nobel de Ciencias Económicas fue para Elionor Ostrom, la primera ve en la historia que se le otorgo a una mujer por su investigación sobre como lo común ha sido manejado por diferentes sociedades a lo largo de la historia.

En los 10 años transcurridos desde entonces, ha habido un flujo constante de publicación y debates sobre lo común, con libro como Common: On Revolution in the 21st Century de Christian Laval y Pierre Dardot o Think Like a Commoner de David Bollier. O incluso La civilización empática de Jeremy Rifkin, donde apela directamente a la condición humana de la empatía a través de diferentes experiencias e investigaciones científicas basadas en neuronas espejo. Esto ha impulsado el desarrollo de concetos como “pro-común” como modelo de gobernanza para el bien común. Este concepto defiende la forma que una comunidad puede producir y administrar activos y recursos tangibles e intangibles que pertenecen a todos, o más bien que no pertenecen a nadie.

Con estos conceptos, la tecnología e internet aparecen como herramienta para la conectividad y la gestión de lo común. Entramos en un contexto de cultura colaborativa con un resurgimiento de lo común como u espacio par reconquistar entre lo privado y lo público. En este contexto surgen los coworking, cohousing, coliving, todo.

Por ejemplo, el viaje compartido ha regresado en forma de BlaBlaCar. La tecnología ha permitido colocar una capa de seguridad colectiva y gestión practica en lo que efectivamente es hacer autostop, pero sin tener que pasar dos horas en la carretera con el pulgar en el aire sin saber quién compartirá su vehículo contigo. Esta aplicación permite elegir quien te recogerá gracias a otros que comparten sus opiniones sobre los conductores. también puedes saber exactamente dónde y cuándo comenzará el viaje. también se han desarrollado aplicaciones en otro sector: los barrios. Por ejemplo, tienes.sal.es es una herramienta para generar conectividad y sinergias entre vecinos en un determinado barrio.

Lo común en viviendas para personas mayores

Una de las cosas que más me impactó cuando conocí a la comunidad que creó la cohousing para personas mayores de Trabensol fue comprender su propósito, su visión, su tenacidad y perspectiva. Y esto se puede resumir en una frase que recibí como regalo: “Cuando la sociedad te ha desalojado y parece que ya no eres útil, la decisión de establecer una co-housing para personas mayores entre un grupo de amigos significaba tener un proyecto de vida, iniciar con entusiasmo una nueva fase, soñando con un proyecto, cuando casi parecía que ya no eras útil para soñar ".