Neuroarquitectura en tiempos de Covid
Este artículo se publicó por primera vez en el Anuario AEIH 2021.
La neuroarquitectura estudia la manera en que el entorno físico afecta a nuestra mente, pudiendo llegar a modificar el comportamiento humano. Es de vital importancia entender hasta qué punto el diseño puede influir en forma positiva (o no) en el estado de ánimo de los usuarios que habitan los espacios que creamos.
Esta pandemia nos ha mostrado que somos capaces de construir espacios de emergencia en tiempos récord, pero en la mayoría de los casos, la emergencia ha pasado por encima de los requerimientos mínimos para que los espacios sean adecuados para sanar. Y es en el caso de los espacios hospitalarios donde el esfuerzo tiene que ser mayor para potenciar la recuperación.
Espacio de emergencia temporal COVID
Debemos construir espacios basados en las personas, espacios saludables tanto a nivel físico como mental. Espacios confortables, con estímulos positivos, que nos ayuden a seguir el ritmo biológico natural. Espacios que nos ayuden a proteger la dignidad, la privacidad y la intimidad.
La neuroarquitectura nos ayuda a elaborar, en base a una evidencia científica, los patrones de relación entre espacio y mente.
Durante este último año nos hemos preguntado si “todo vale” en tiempos de Covid. ¿El hecho de estar en una situación límite nos abala a no pensar en las consecuencias de nuestros diseños? Si el entorno en el que vivimos tiene una gran influencia sobre nuestro cuerpo cuando estamos en una situación normal, en el momento en que ponemos a nuestro cuerpo al límite del estrés esta afectación nos impacta con más fuerza.
La especificidad sobre la COVID19 ha tenido varios aspectos relevantes:
· La soledad de los pacientes derivó en la falta de contacto sensorial con otras personas. Este hecho fue muy significativo, ya que una persona, aun estando en estado de sedación, vio afectada su velocidad de recuperación de manera decisiva. Aquí tenemos que indicar que los espacios con mayor estímulo sensorial (esperaremos a los estudios que lo certifiquen) tuvieron, aunque sea a nivel de percepción por parte de los profesionales, unos mejores indicadores.
· El desalojo de los familiares del ámbito asistencial llevó como consecuencia la soledad de los pacientes, pero, sobre todo, la desconexión y la falta emocional por no cerrar un duelo necesario.
· La rapidez en que los pacientes entraban en estado crítico es uno de los elementos que más estresaron a los profesionales y, unido en algunos casos a la falta de equipamientos de monitorización adecuados, crearon una sensación de tener que estar en estado de alerta continuo, con el condicionante añadido de los estrictos protocolos de protección ante el virus. Toda esta suma de inputs llevó a un alto porcentaje de burn out profesional, que ya padecen de manera habitual los profesionales intensivistas.
· En algunos casos, y sobre todo al inicio de la pandemia, la falta de protección individual adecuada incidía de manera especial sobre los profesionales y su entorno, llegando incluso a apartarse de sus familias para no traer el virus a casa.
Hemos trabajado un espacio temporal prototipo donde se han implementado una serie de actuaciones para mejorar el entorno curativo:
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