Reflexiones sobre el modelo de residencias para mayores
La crisis Covid19 nos hace reflexionar sobre el modelo de atención a las personas mayores porque ha sido el colectivo más afectado. La realidad es que hace tiempo que el sector, desde todos los puntos de vista, también el arquitectónico, está trabajando para mejorar el modelo de atención a las personas de la tercera edad. Ahora, además, hemos añadido las pandemias infecciosas a la ecuación.
Qué ha pasado en las residencias
Desde el 13 de marzo de 2020 han pasado más de 3 meses de confinamientos y preocupación por lo que estaba sucediendo. Tres largos meses de temor por el posible colapso del sistema sanitario que perjudicó a los mayores vulnerables que vivían en las residencias. Se ha hablado mucho y mal de las residencias. Que si los fondos de inversión, que si las empresas privadas que buscan el beneficio en una actividad de marcado carácter social, etc. Pero la realidad que ahora sabemos con certeza es que el virus ha atacado a todo tipo de residencias, tanto priva-das, como públicas, del tercer sector, grandes, pequeñas, con una infraestructura mejor o peor, y en todo el mundo por igual. La conclusión de los epidemiólogos expertos que han visitado estas residencias afectadas es que ha sido una cuestión de azar. Todo ha dependido de si en el momento de confinar las residencias ya tenían el virus dentro o no, y de la capacidad para resistir mediante medidas de aislamiento y sectorización. También ha sido importante disponer de equipos de protección individual y de pruebas, cosa que no ocurrió hasta muy al final.
El modelo de residencias para mayores
En todos los viajes que he realizado para estudiar cómo funcionan las residencias en otros lugares (países nórdicos fundamentalmente) donde los modelos de atención están considerados como los que aplican las mejores prácticas, he podido comprobar que cuando las residencias para personas con dependencia están distribuidas mediante el sistema de unidades de convivencia, la aplicación de la Atención Centrada en la Persona es mucho más eficaz. Las unidades de convivencia son como viviendas compartidas por un número relativamente reducido de personas (entre 8 y 20) situadas dentro de una residencia, totalmente autónomas unas de las otras y bajo la misma gestión global.
El modelo por unidades de convivencia permite que cada una de estas unidades esté preparada para diferentes perfiles de personas. Es decir, cada unidad puede disponer de sistemas distintos para atender a estos perfiles diferentes, desde unidades para personas con poca dependencia, hasta unidades que escondan una mayor carga de medicalización para aquellas personas que así lo requieren. En el fondo, nuestro objetivo es construir residencias a las que las personas mayores quieran ir, para lo cual debemos esmerarnos en entender sus necesidades. Debemos pensar muy bien cómo debemos distribuir los espacios para que cada persona encuentre el lugar que le permita seguir su historia de vida. Ser conscientes que estamos creando entornos para una etapa de la vida especial, delicada pero no por ello menos ilusionante. Mantener las ilusiones por vivir también es un parámetro que debemos incluir en el diseño.
Creo firmemente que las residencias deben diseñarse con el objetivo de crear entornos más domésticos y alejados de los hospitales. Entornos que garanticen el sentido de pertenencia, el empoderamiento de las personas, la generación de comunidad y las relaciones intergeneracionales, porque, en el caso contrario, cuando una persona entra en una antigua institución geriátrica, pierde sus conexiones familiares y se vuelve dependiente debido a que el centro se en-carga de todo. Debemos evitar la institución, su imagen y esta pérdida de autonomía personal.
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