Las residencias para personas mayores son un elemento esencial en nuestra sociedad, proporcionando un sitio seguro y confortable para las personas adultas mayores, ya sean plenamente autónomas, o necesiten asistencia y atención especializada. Es uno de los retos más complejos debido a que la persona que reside tiene un perfil de amplísimo espectro y que, además, afrontará cambios severos durante su proceso de envejecimiento hasta el final de vida, con todas las particularidades individuales.

Desgraciadamente, algunas propuestas sobre el espacio construido en residencias a menudo han entrado en conflicto debido a una visión más financiera de la operación empresarial, resultando en su gran mayoría residencias monótonas, despersonalizadas y carentes de innovación. El mayor conocimiento de la persona que residirá en ellas y el ánimo de dar respuesta propia marca la diferencia entre una solución mediocre y la solución correcta.

Actualmente, la demanda de espacios de calidad se ha incrementado, y existe una mayor consciencia tanto desde el ámbito público como privado para dar una atención centrada en la persona. Todas las personas queremos tomar nuestras propias decisiones y ser propietarias de nuestro futuro, sea cual sea nuestra edad y nuestras condiciones físicas y psíquicas: debemos poder dar las herramientas para hacer posible este espíritu.

Juhani Pallasmaa, en el prólogo de su libro Habitar, hace referencia al arquitecto Wang Shu donde dice “Para mí cualquier tipo de arquitectura, sea cual sea su función, es una casa. Solo proyecto casas, no arquitectura. Las casas son sencillas. Siempre mantienen una relación interesante con la verdadera existencia, con la vida”. En este caso la palabra casa la interpretamos más como el hogar, por su vertiente más humana fuera de la interpretación más descriptiva, dando la máxima importancia a la visión más emocional del proyecto: la persona como centro de diseño.

Este es el reto para lograr: crear hogares para las personas mayores, donde se sientan protegidas frente a su creciente vulnerabilidad, y dónde la percepción del espacio tiene mucha más importancia de la que se creía hace unos años, donde esta era muy agresiva.

Pero ¿cómo hacerlo? Cuando en 2004 empezamos a trabajar el proyecto del Centro Penitenciario en El Catllar, la visión de prisión como sistema coercitivo nos impactó. La reacción inicial fue de rechazo hacia un elemento que limitaba la libertad vital y que reprimía a las personas en espacios confinados, haciendo que la reinserción social fuera complicada. Ante la voluntad de darle la vuelta a esta visión primaria, hicimos la siguiente reflexión: ¿Cómo podemos ayudar a reinsertar en la sociedad a las personas presas que tendrán que vivir dentro de un universo formado por las paredes de la prisión durante los siguientes 3, 5, 10 años? ¿Qué puede hacer ese entorno para ellas? ¿Y para las personas que trabajan allí cada día? ¿Y para las familias y amistades que les irán a visitar? Con estas motivaciones se llevó a cabo un proyecto profundamente consciente, dónde cada celda tenía luz natural y visitas hacia el cielo, para que no se olvidaran que en el exterior había un mundo que les estaba esperando.
 

Centro penitenciario Mas d'Enric en El Catllar (Tarragona)
UTE Estudi PSP Arquitectura + Roger Paez i Blanch