La arquitectura es una herramienta de salud pública, ya que las condiciones del entorno (tanto urbano como del interior de los edificios) conforman el exposoma y son consideradas como determinantes de salud. En el caso de la edificación, los materiales de acabado superficial tienen un gran peso a la hora de determinar la cualidad saludable de un espacio; por ello su elección resulta crucial. Es necesario reconocer y evaluar los ingredientes de los productos de construcción, así como las propiedades físicas que aportan al ambiente interior.

Unos de los principales contaminantes que pueden ser emitidos por los materiales son los compuestos orgánicos volátiles (COV). Se trata de sustancias químicas que se liberan al aire desde pinturas, adhesivos, lacas, espumas, selladores, derivados de la madera… Su nivel de afectación es variable, pero pueden producir desde irritación de los ojos, la nariz y la garganta, dolores de cabeza y náuseas hasta lesiones en el sistema nervioso central. El formaldehído es el más conocido y regulado, y está clasificado por el IARC en el grupo 1 como sensibilizante y carcinogénico en humanos. En general los COV contribuyen a la contaminación del aire interior, que a su vez puede afectar la salud respiratoria y cardiovascular. Diversos países europeos los regulan con mayores exigencias que las actuales en España, aunque se intuye que en los próximos años habrá un cambio en esta normativa para reducir sus emisiones, y que afectará principalmente a los ingredientes que los componen y a su proceso de fabricación.

Otro tipo de contaminantes que se encuentran comúnmente en los materiales de construcción son los compuestos orgánicos persistentes (COP). Son sustancias químicas que no se degradan fácilmente; sus emisiones en contacto con el cuerpo humano se depositan en los tejidos adiposos de los seres vivos pudiendo afectar al sistema inmunológico, hormonal y nervioso. En general están presentes en los biocidas (pesticidas, bactericidas…), en los productos ignifugantes y retardantes de llama (especialmente los bromados y clorados) y en los plastificantes (vinilos, PVC, ftalatos…) Por tanto, forman parte de infinidad de productos: moquetas, aislamientos, plásticos, espumas, tejidos, equipos electrónicos… Muchos de estos productos químicos están en el punto de mira europeo para ser minimizados o eliminados como aditivos; pero desde ya, teniendo esta información, podemos seleccionar materiales que no los contengan o los reduzcan. Siempre hay alternativas de materiales que, por su propia naturaleza, no necesitan aditivos de este tipo para conseguir las prestaciones demandadas.

Los mohos, levaduras, bacterias y virus son microorganismos que principalmente se encuentran y reproducen en espacios con alto contenido de humedad. Forman parte de la vida natural, así que el problema surge cuando en los espacios interiores se encuentran en altas concentraciones, pudiendo deteriorar los sistemas constructivos y afectando al sistema inmunológico, respiratorio y digestivo de las personas. Principalmente su presencia se produce debido a soluciones constructivas deficientes y faltas de ventilación que provocan un exceso de humedad ambiental. Además de mejorar la regeneración de aire, la elección de materiales que regulen la humedad es crucial: por ello se recomienda emplear materiales higroscópicos, abiertos a la difusión de vapor de agua.

Los productos de acabado superficial que dan mejor respuesta a todas estas exigencias, tanto a nivel físico como biológico, son los materiales naturales como los revocos o pavimentos de cal, arcilla o yeso artesanal, la madera, el corcho, la cerámica, la piedra, el bambú, el linóleo… En general son materiales higroscópicos, es decir, que pueden absorber y liberar humedad presente en el ambiente, ayudando a mantener el nivel de humedad en el interior de los edificios en un rango saludable, siendo beneficioso para la salud respiratoria.
 

Revoco de cal y cáñamo, trasdosado de placas de arcilla en ejecución, pavimento continuo de yeso