Los retos de la gestión de riesgos hospitalarios
Una constatación: la gestión de riesgos y la seguridad del paciente representan hoy un gran desafío en atención hospitalaria. En cuanto a la calidad de la atención, el 90% de los eventos adversos se escapan hoy de las herramientas usuales de detección, y afectan a uno de cada 3 pacientes [1]. En Francia, el número de eventos adversos ocurridos durante una hospitalización se sitúa entre 275.000 y 395.000 por año, de los cuales entre 95.000 y 180.000 pueden considerarse como evitables [2]. En referencia a la economía de la salud, los “errores médicos evitables”, que suponen 13.000 dólares de media, costaron 19,5 mil millones al sistema de salud norteamericano en 2008 [3].
Tendencias de fondo
Ante estos retos, las autoridades sanitarias se están movilizando. En todos los países europeos, las autoridades públicas están reforzando sus dispositivos de gestión de riesgos y están imponiendo estándares de calidad al alza (certificaciones, respeto de normas, umbral de actividad, benchmark). En Bélgica, el Ministerio de la Salud (SPF) tiene previsto aplicar un pliego de requisitos que integre reglas de reporting.
A nivel internacional, organismos como la OMS o el IHI (Institute for Healthcare Improvement) difunden sistemas de referencias, recomendaciones sobre la gestión de riesgos y, además, están contribuyendo con el lanzamiento de campañas de sensibilización y de prevención como «High 5S», «Safe Surgery», «Saves Lives», «100K campaign», «5 million lives campaign», etc. Estas últimas se aprovechan de una gran difusión, que genera emulación y movilización: dimensión internacional, poder de convicción superior al de las autoridades locales y acciones de marketing que indirectamente benefician a los proveedores de salud.
Por otra parte, en bastantes países (Francia, Canadá, EE.UU., etc.) los hospitales financiados basándose en su actividad se encuentran bajo una creciente presión competitiva en el mercado, ya que los pacientes tienen la opción de elegir dónde ser hospitalizados. Estos últimos, se sitúan cada vez más en una posición de “compradores”, ya que tienen a su disposición un número creciente de fuentes de información (asociaciones de pacientes, blogs y portales sobre temas de salud, publicaciones comparativas de hospitales, etc.) y su elección se dirige hacia el hospital que obtiene los mejores resultados.
La gestión de riesgos y la seguridad del paciente representan hoy un gran desafío en atención hospitalaria.En cuanto a los servicios clínicos y médico-técnicos, algunas especialidades se encuentran mucho más afectadas que otras por los problemas de seguridad como, por ejemplo, la farmacia clínica, que debe instaurar procesos para evitar los errores de medicación y reorganizar completamente el circuito del medicamento, o la geriatría con los temas relativos a la polimedicación, las caídas, la nutrición y la gangrena, pero también la radioterapia (radiación), la cirugía (intervalo libre y checklist), la reanimación y los cuidados intensivos, etc.
¿La movilización de los profesionales e instituciones es la respuesta adecuada a este fenómeno?
Los hospitales aún están posicionándose sobre el tema, y su nivel de madurez es relativamente bajo: se dedican pocos recursos a la gestión de riesgos, existe una carencia de legitimidad de los responsables de estas cuestiones, falta coordinación e impulso por parte de las instituciones, predomina la cultura del error y de la sanción sobre la cultura de la calidad, existe un déficit de formación y de sensibilización, predomina la desconfianza en cuanto al consumo de tiempo de estos dispositivos, las herramientas utilizadas son insuficientes, etc.
Una encuesta informal realizada en 2011 sobre una muestra de establecimientos con los que trabajábamos reveló que el 25% de los hospitales no disponía de ninguna herramienta de gestión de riesgos, que el 50% trabajaba con varias herramientas, y que solamente una cuarta parte de ellos disponía de una herramienta única que abarcaba la integralidad del perímetro funcional de la gestión de riesgos.
Tendencias de fondo
Ante estos retos, las autoridades sanitarias se están movilizando. En todos los países europeos, las autoridades públicas están reforzando sus dispositivos de gestión de riesgos y están imponiendo estándares de calidad al alza (certificaciones, respeto de normas, umbral de actividad, benchmark). En Bélgica, el Ministerio de la Salud (SPF) tiene previsto aplicar un pliego de requisitos que integre reglas de reporting.
A nivel internacional, organismos como la OMS o el IHI (Institute for Healthcare Improvement) difunden sistemas de referencias, recomendaciones sobre la gestión de riesgos y, además, están contribuyendo con el lanzamiento de campañas de sensibilización y de prevención como «High 5S», «Safe Surgery», «Saves Lives», «100K campaign», «5 million lives campaign», etc. Estas últimas se aprovechan de una gran difusión, que genera emulación y movilización: dimensión internacional, poder de convicción superior al de las autoridades locales y acciones de marketing que indirectamente benefician a los proveedores de salud.
Por otra parte, en bastantes países (Francia, Canadá, EE.UU., etc.) los hospitales financiados basándose en su actividad se encuentran bajo una creciente presión competitiva en el mercado, ya que los pacientes tienen la opción de elegir dónde ser hospitalizados. Estos últimos, se sitúan cada vez más en una posición de “compradores”, ya que tienen a su disposición un número creciente de fuentes de información (asociaciones de pacientes, blogs y portales sobre temas de salud, publicaciones comparativas de hospitales, etc.) y su elección se dirige hacia el hospital que obtiene los mejores resultados.
La gestión de riesgos y la seguridad del paciente representan hoy un gran desafío en atención hospitalaria.En cuanto a los servicios clínicos y médico-técnicos, algunas especialidades se encuentran mucho más afectadas que otras por los problemas de seguridad como, por ejemplo, la farmacia clínica, que debe instaurar procesos para evitar los errores de medicación y reorganizar completamente el circuito del medicamento, o la geriatría con los temas relativos a la polimedicación, las caídas, la nutrición y la gangrena, pero también la radioterapia (radiación), la cirugía (intervalo libre y checklist), la reanimación y los cuidados intensivos, etc.
¿La movilización de los profesionales e instituciones es la respuesta adecuada a este fenómeno?
Los hospitales aún están posicionándose sobre el tema, y su nivel de madurez es relativamente bajo: se dedican pocos recursos a la gestión de riesgos, existe una carencia de legitimidad de los responsables de estas cuestiones, falta coordinación e impulso por parte de las instituciones, predomina la cultura del error y de la sanción sobre la cultura de la calidad, existe un déficit de formación y de sensibilización, predomina la desconfianza en cuanto al consumo de tiempo de estos dispositivos, las herramientas utilizadas son insuficientes, etc.
Una encuesta informal realizada en 2011 sobre una muestra de establecimientos con los que trabajábamos reveló que el 25% de los hospitales no disponía de ninguna herramienta de gestión de riesgos, que el 50% trabajaba con varias herramientas, y que solamente una cuarta parte de ellos disponía de una herramienta única que abarcaba la integralidad del perímetro funcional de la gestión de riesgos.
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