¿Sigue siendo solvente el modelo sanitario de Cataluña?
En este artículo nos referiremos a la eclosión de un nuevo patrón epidemiológico dominante, las enfermedades crónicas y su relación con la solvencia del sistema sanitario público catalán. En el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Prevención de las enfermedades crónicas: una inversión vital se prevé que aproximadamente 17 millones de personas mueran prematuramente cada año a causa de esta epidemia mundial de enfermedades crónicas. Las enfermedades crónicas son la primera causa de gasto sanitario, lo que supone un reto para los profesionales y para el sistema sanitario, que está diseñado para dar respuesta a los procesos agudos, aquéllos que se diagnostican, se tratan y se curan en un breve periodo de tiempo.
Cerca de 14 millones de españoles padecen alguna enfermedad crónica, lo que supone algo más de un tercio de la población total. De ellos, la mitad sufren más de una condición de forma simultánea. En Cataluña más del 90 por ciento de las personas mayores de 65 años refieren padecer una o más patologías crónicas, y una cuarta parte de ellos tienen cuatro o más condiciones crónicas. Es muy probable que esa prevalencia del 17 por ciento se vea considerablemente incrementada en las próximas décadas hasta un 27 por ciento, pues el envejecimiento está íntimamente ligado a la cronicidad de las enfermedades. El 80 por ciento de las consultas en la atención primaria son sobre enfermedades crónicas y representan el 60 por ciento de los ingresos hospitalarios. Las enfermedades crónicas como la diabetes, la obesidad y otros factores de riesgo cardiovascular, así como las enfermedades respiratorias y determinadas patologías de salud mental, han experimentado un aumento espectacular en España y representan un 75 por ciento del gasto sanitario. Una situación insostenible que provocará que el sistema de salud se colapse si no se adopta una gestión asistencial más eficiente. Para la OMS la prevalencia, pluralidad y complejidad de las patologías y el volumen de recursos que detrae del sistema sanitario están convirtiendo a la enfermedad crónica en la verdadera epidemia del siglo XXI.
El paciente crónico
Actualmente nuestro sistema sanitario está organizado como si no existiera la realidad de la atención del paciente crónico. Está organizado para una medicina de agudos y, está demasiado fragmentado para cuidar eficazmente. Orientados principalmente a atender procesos agudos, los hospitales y centros de atención primaria no acaban de adaptarse al nuevo perfil de paciente con una o varias patologías de larga evolución. Los enfermos crónicos se sienten desatendidos. No hay comunicación entre la asistencia primaria, hospitalaria, sociosanitaria, salud mental y servicios sociales. La respuesta del sistema es aún la misma que hace tres décadas. El sistema cura pero no cuida. Las enfermedades crónicas incurables por definición requieren una organización que cuide tanto como cura.El sistema catalán forjado en los años ochenta alrededor de una gran red de hospitales públicos ha quedado obsoleto para atender al tipo de paciente actual, el crónico, que consume ya el 75 por ciento del presupuesto sanitario y exige cambios estructurales en el modelo para su atenciónEs necesario promover una reforma en profundidad del modelo sanitario público catalán que coloque realmente al paciente en el centro del sistema, y que las estructuras asistenciales se reorganicen transversalmente para atender sus necesidades de una manera integral, basadas en el desarrollo de un número limitado de organizaciones sanitarias integradas, con unos políticos que impulsen una mayor colaboración público-privada y sean capaces de rodearse de profesionales de reconocida solvencia, con unos gestores profesionales y eficientes en sus decisiones, unos profesionales sanitarios comprometidos con su organización-empresa, y unos ciudadanos autorresponsables del mantenimiento de su propia salud.
Es insostenible pretender que el sistema aumente su gasto más que el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) y la recaudación fiscal. En los próximos años la política del gasto público va a estar centrada en la reducción del déficit; lo exige la Unión Europea y lo exige nuestro interés nacional, porque la sombra de Grecia llega hasta España. Es necesario que estos cambios estructurales, y no medidas paliativas, los realice urgentemente el propio país y no vengan impuestos por organismos como la Unión Europea, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.
Cerca de 14 millones de españoles padecen alguna enfermedad crónica, lo que supone algo más de un tercio de la población total. De ellos, la mitad sufren más de una condición de forma simultánea. En Cataluña más del 90 por ciento de las personas mayores de 65 años refieren padecer una o más patologías crónicas, y una cuarta parte de ellos tienen cuatro o más condiciones crónicas. Es muy probable que esa prevalencia del 17 por ciento se vea considerablemente incrementada en las próximas décadas hasta un 27 por ciento, pues el envejecimiento está íntimamente ligado a la cronicidad de las enfermedades. El 80 por ciento de las consultas en la atención primaria son sobre enfermedades crónicas y representan el 60 por ciento de los ingresos hospitalarios. Las enfermedades crónicas como la diabetes, la obesidad y otros factores de riesgo cardiovascular, así como las enfermedades respiratorias y determinadas patologías de salud mental, han experimentado un aumento espectacular en España y representan un 75 por ciento del gasto sanitario. Una situación insostenible que provocará que el sistema de salud se colapse si no se adopta una gestión asistencial más eficiente. Para la OMS la prevalencia, pluralidad y complejidad de las patologías y el volumen de recursos que detrae del sistema sanitario están convirtiendo a la enfermedad crónica en la verdadera epidemia del siglo XXI.
El paciente crónico
Actualmente nuestro sistema sanitario está organizado como si no existiera la realidad de la atención del paciente crónico. Está organizado para una medicina de agudos y, está demasiado fragmentado para cuidar eficazmente. Orientados principalmente a atender procesos agudos, los hospitales y centros de atención primaria no acaban de adaptarse al nuevo perfil de paciente con una o varias patologías de larga evolución. Los enfermos crónicos se sienten desatendidos. No hay comunicación entre la asistencia primaria, hospitalaria, sociosanitaria, salud mental y servicios sociales. La respuesta del sistema es aún la misma que hace tres décadas. El sistema cura pero no cuida. Las enfermedades crónicas incurables por definición requieren una organización que cuide tanto como cura.El sistema catalán forjado en los años ochenta alrededor de una gran red de hospitales públicos ha quedado obsoleto para atender al tipo de paciente actual, el crónico, que consume ya el 75 por ciento del presupuesto sanitario y exige cambios estructurales en el modelo para su atenciónEs necesario promover una reforma en profundidad del modelo sanitario público catalán que coloque realmente al paciente en el centro del sistema, y que las estructuras asistenciales se reorganicen transversalmente para atender sus necesidades de una manera integral, basadas en el desarrollo de un número limitado de organizaciones sanitarias integradas, con unos políticos que impulsen una mayor colaboración público-privada y sean capaces de rodearse de profesionales de reconocida solvencia, con unos gestores profesionales y eficientes en sus decisiones, unos profesionales sanitarios comprometidos con su organización-empresa, y unos ciudadanos autorresponsables del mantenimiento de su propia salud.
Es insostenible pretender que el sistema aumente su gasto más que el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) y la recaudación fiscal. En los próximos años la política del gasto público va a estar centrada en la reducción del déficit; lo exige la Unión Europea y lo exige nuestro interés nacional, porque la sombra de Grecia llega hasta España. Es necesario que estos cambios estructurales, y no medidas paliativas, los realice urgentemente el propio país y no vengan impuestos por organismos como la Unión Europea, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.
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