Arquitectura para la salud: sostenible y sustentable

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“Sólo puede haber una especie humana saludable en un planeta saludable”[1]

Voces en el Fenix. Cátedra Abierta Plan Fénix

 

A modo de introducción

Sustentable y sostenible son dos vocablos que se intercambian con frecuencia, provenientes de la misma traducción en español del inglés “sustainable”, utilizado en el Informe Brundtland de 1987, en el cual se originó la definición de desarrollo sustentable: “aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas”.[2]

Interesante debate plantea Rovere (2009) sobre la disyuntiva respecto de la utilización de uno u otro de los términos; manifestando su preferencia por “sustentable” dado que “el sustento es mérito del propio objeto” mientras que “sostenible” requiere ser sostenido.[3]

De una exploración más accesible surge que lo sustentable se aplica a la argumentación para explicar razones o defender; en tanto lo sostenible es lo que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos. Lo cierto es que la preferencia por estos vocablos -independientemente de su definición- depende de usos y costumbres de cada país o región.

Paralelamente, el cambio climático y sus consecuencias ha sido considerado por la OPS como “la mayor amenaza para la salud mundial del siglo XXI”[4] y propone “la implementación de medidas de prevención y adaptación, y la reducción de las emisiones de gases que causan el Cambio Climático, dentro del sector salud y en colaboración con otros sectores”. Y en un material del Banco Interamericano de Desarrollo, Talbot-Wright y Vogt-Schilb anunciaron que “2023 va camino de convertirse en el año más cálido jamás registrado”.[5]

El origen antropogénico de este fenómeno global requiere la revisión de nuestros modelos de desarrollo y sus modos de producción. De las actividades humanas de mayor huella de carbono, la industria de la construcción se destaca por el uso intensivo de recursos y energía en todas sus etapas.

Los hospitales son grandes consumidores energéticos y de recursos, por su régimen operativo de 24 horas los 365 días del año, constante adaptación a nuevas tecnologías y modalidades de atención, condiciones de trabajo de equipos e instalaciones, parámetros ajustados de confort y calidad del aire y en general la ausencia de una comprometida cultura organizacional.

Arquitectos, ingenieros, profesionales y autoridades de los sistemas de salud tenemos la responsabilidad de planificar y gestionar hospitales que incorporen pautas de diseño bioclimático y estrategias de control energético en su diseño, construcción, operación y mantenimiento a lo largo de su vida útil; desarrollando propuestas que valoricen los recursos climáticos, paisajísticos, socioculturales y ambientales de cada región

Los siguientes comentarios no pretenden agotar un catálogo de soluciones que cada día se extiende y enriquece; apenas una invitación para recordar que es posible y necesario.

 

Alternativas posibles para un tema necesario

La caracterización del clima y su relación con los parámetros de confort humano es siempre el punto de partida para desarrollar pautas de diseño bioclimáticas; las condiciones climáticas, la geografía y el paisaje, la disponibilidad de recursos en esa locación y el conocimiento de la tradición arquitectónica del lugar, son factores clave al inicio de un proyecto sustentable.

Estrategias regionales o estacionales para el diseño bioclimático pueden requerir soluciones contrapuestas: asoleamiento o protección solar, ventilación o protección del viento, inercia o aislación térmicas. Y la utilización de sistemas pasivos de acondicionamiento ofrece una gama de recursos eficientes para lograr buenas condiciones de confort en determinados climas.

Los hospitales, por su escala y la movida que generan, constituyen un hito cuyo emplazamiento debe dialogar asertivamente con su contexto para resignificarlo. Como en cualquier otro tema de arquitectura, la localización de un efector de salud en un terreno degradado, para consolidar y desarrollar su entorno, es siempre una mejor opción frente a la de utilizar tierras aptas para otras actividades.

Los sistemas de aislación térmica, a continuación de esas primeras decisiones, constituyen uno de los recursos más y mejor utilizados para controlar las fugas o ingresos de calor. En paredes, techos y pisos, en obras nuevas o como refuerzo en edificios construidos, existen interesantes herramientas digitales para analizar su comportamiento energético.

En la actualidad el diseño de envolventes incluye una gama de soluciones que supera ampliamente a los tradicionales parasoles y aleros; incorporando los más diversos materiales y creativas funciones kinéticas adaptables a las condiciones de un clima cambiante.

Trabajar con materiales del lugar reduce la huella de carbono. Expresa además un compromiso con la cultura arquitectónica del sitio y en espacios para la salud facilita la identificación; la simbólica “apropiación” de un edificio al cual se asiste en situaciones de vulnerabilidad y angustia: “lo conocido me acerca, me incluye”. Utilizar creativamente tecnologías locales favorece la economía del sector y promueve prácticas de construcción sostenibles en la región. La elección de materiales según sus características térmicas y su impacto en el ambiente y la salud de las personas respalda la decisión de construir sustentable.

La Biofilia es literalmente “amor por lo vivo” y expresa la necesidad humana de contacto con la naturaleza. En instituciones de salud, genera bienestar en los pacientes y favorece su recuperación, llegando a reducir sus tiempos de estadía en el hospital. Jardines terapéuticos son utilizados con estos criterios, en especial en efectores de larga estadía o dedicados a patologías específicas.

La vegetación puede colaborar además con el comportamiento térmico del edifico, producir agradables microclimas en ambientes de transición y generar espacios exteriores e intermedios de calidad.

Los recursos no se agotan en la posibilidad de incluir material vegetal: colores, texturas, materiales naturales, estímulos auditivos, brisas e incluso la recreación artificial de la naturaleza -como recurso alternativo- pueden ser parte de un diseño biofílico, posible tanto en terrenos amplios como en edificios desarrollados en una densa trama urbana.

La iluminación -natural y artificial, analizadas conjuntamente- tiene un gran potencial en la reducción del gasto energético, no sólo en la definición de las luminarias; sobre todo en un diseño acabado que brinde las prestaciones necesarias y genere el máximo bienestar a los usuarios, esencialmente si acompaña su ciclo circadiano. Con enorme incidencia en la calidad espacial del objeto arquitectónico.

Uno de los aspectos que genera mayor reducción en el consumo de energía es la elección de tecnologías eficientes para el diseño de los sistemas de instalaciones y la decisión de los equipamientos biomédicos, incluyendo además la implementación de buenas prácticas operativas de los edificios. Las instalaciones termo-mecánicas -quizás las de mayor costo operativo en el hospital- ofrecen alternativas de menor consumo: sistemas de recuperación de calor, vigas frías -pasivas y activas-, la geotermia -que aprovecha la diferencia de temperatura del suelo- y otras opciones.

Sabemos que el agua es un recurso escaso en el planeta. Y en los hospitales, la facturación de agua no deja de sorprendernos. Reutilización de aguas grises, recolección y filtrado de agua pluvial y de condensado, sistemas de riego con sensores de humedad, griferías y artefactos de bajo consumo, son algunas de las alternativas que podemos utilizar para cuidar el recurso.

Una adecuada gestión de residuos hospitalarios genera las condiciones de bioseguridad necesarias en todo edificio de salud, la producción de residuos recuperables o reciclables y reduce el costo que una correcta segregación en origen aporta al sistema.

Los sistemas de automatización y control pueden aplicarse a innumerables prestaciones, generando importantes beneficios en los costos operativos de la institución. Además, tienen la potencialidad de incrementar el confort de los usuarios, especialmente otorgando a los pacientes la posibilidad de regular a su gusto las condiciones lumínicas y térmicas de su habitación, mitigando así su sensación de dependencia.

La incorporación de fuentes alternativas de energía como la solar, generó la posibilidad de sumar este beneficio cuando las condiciones ambientales y edilicias permiten aprovecharlo; interesantes soluciones que se integran a los diseños arquitectónicos son cada vez más frecuentes. También la energía eólica -más condicionada por la presencia del viento- ofrece posibilidades, sobre todo en proyectos de gran envergadura.

Al consultar la Guía de Certificaciones de Construcción Sustentable[6], sorprende la cantidad y diversidad de sellos existentes en el mundo. La preferencia por uno u otro de los sistemas de Certificación en Sustentabilidad varía según las regiones, las variables que se prioricen analizar, la exigencia o minuciosidad del sello y otros aspectos. En algunos casos proponen un punteo de temas que facilita la modelización de la matriz energética institucional.

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