Accesibilidad, seguridad y socialización: tres claves para la diversidad geriátrica
La edad es uno de los factores más determinantes en la salud. El envejecimiento trae consigo un menoscabo fisiológico natural acompañado, además, de un alto índice de comorbilidad y multimorbilidad. Sin llegar necesariamente a la hospitalización, las personas mayores atraviesan situaciones de mayor o menor deterioro físico, discapacidad, dependencia o institucionalización1. Las residencias para personas mayores tienen la obligación de dar una solución integral que contemple las dimensiones psicosocial, física y cognitiva del individuo. La arquitectura puede responder a estas demandas ofreciendo accesibilidad universal, seguridad y socialización de forma real y efectiva, siempre en estrecha colaboración con una gestión de recursos y procedimientos alineada con esta misión.
El concepto de accesibilidad universal debe superar su carácter físico, dirigido fundamentalmente a personas con movilidad reducida, e ir más allá, considerando el resto de las diversidades funcionales, tales como problemas de visión o audición, baja estatura, trastornos psicológicos o enfermedades neurológicas. Es necesario ir más allá de la eliminación de barreras arquitectónicas y tener en cuenta también la señalética y la acústica. La primera ha de contemplar en el diseño de sus pictogramas y caracteres el cumplimiento de determinadas exigencias en cuanto a legibilidad, diferenciación, fondo/forma, colores y tamaño. La segunda, por su parte, influye directamente en la calidad de vida de los usuarios, habida cuenta de que la limitación auditiva está directamente relacionada con la fragilidad social2.
La seguridad permite que los usuarios puedas moverse por, en este caso, la residencia, conservando el mayor grado de autonomía posible, sin recurrir a dispositivos de alarma, rejas o personal uniformado, cuya presencia resta todo carácter de habitabilidad. Por eso, la arquitectura ha de ser capaz de generar por sí misma espacios seguros, cuestión que se confía muy especialmente a las circulaciones. Un buen diseño es capaz de diferenciar y segrega flujos públicos y privados de forma clara y natural, así como de proveer de los filtros necesarios entre unos y otros.
Combinando estos dos atributos, accesibilidad y seguridad, se obtiene un lugar en el que los residentes puedan navegar de forma autónoma y segura. Un buen ejemplo de esto es la organización por Unidades de Convivencia diseñadas en torno a un patio. Cada recorrido diferencia circulaciones y organiza claramente el programa. Además, todos ellos están caracterizados -diferentes vistas, acabados y proporciones- lo que facilita la orientación.
Residencia para Personas Mayores en Cartagena, 2023. TCU Arquitectos
También las Unidades de Convivencia son un buen ejemplo de solución de la tercera característica: socialización. Mantener un grado de socialización adecuado es primordial en el envejecimiento activo: mejora significativamente las capacidades cognitivas y la salud auto percibida de la persona. Esta socialización debe ser, además, lo más natural posible. Para ello, la arquitectura y la gestión de la residencia conjuntamente tienen que permitir que se produzcan encuentros espontáneos y voluntarios entre residentes. Esto conlleva flexibilidad y libertad de horarios y circulación, aspectos que entroncan directamente con la seguridad y la accesibilidad.
Quedan así identificados los tres aspectos fundamentales en un hogar para personas mayores, cada uno de ellos enfocado a una dimensión de la persona y vinculados recíprocamente. Accesibilidad, seguridad y socialización deben definir el hogar de un grupo de la sociedad especialmente caracterizado por la diversidad.
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