Centro de salud de San Blas
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El centro de salud de San Blas es un edificio que, desde su inicio, parte de la premisa de un “edificio desubicado”, siendo ésta una forma eficaz y rotunda de desarrollar un programa funcional sanitario en un entorno poco relevante, anteponiendo una imagen hermética y pesada exterior al espacio abierto y ligero del interior.
El centro de salud de San Blas es un edificio que, desde su inicio, parte de la premisa de un “edificio desubicado”, siendo ésta una forma eficaz y rotunda de desarrollar un programa funcional sanitario en un entorno poco relevante, anteponiendo una imagen hermética y pesada exterior al espacio abierto y ligero del interior.
El programa del centro de salud se desarrolla de manera extensiva en una sola planta baja, y las distintas dependencias del programa se ordenan generando una parrilla ortogonal irregular poco densa, en la que 13 patios se distribuyen al tresbolillo entre las estancias públicas y privadas.
En oposición a este sistema ligero, atomizado por los patios, la fachada rotunda y pesada se concibe como una masa continua y ciega de hormigón visto. Idea de pesadez que se refuerza con una textura rugosa formada por encofrado de tablas de madera horizontales. La inexistencia de huecos en los paños verticales de la envolvente exterior hace que la relación interior-exterior del edificio se produzca verticalmente, casi con el firmamento. Los vidrios no definen patios sino huecos en la fachada horizontal de la concha exterior del edificio y se crea una relación vertical que permite generar un espacio interior isótropo. El corredor se disuelve, deja de existir como una estructura lineal de conexión tradicional, substituida por la ordenación alterna de espacios vacíos y asistenciales de carácter público.
Se establece una relación de opuestos entre la fachada exterior y el espacio interior, una síntesis entre lo intelectual y lo experimental, lo clásico y lo pintoresco, entendiendo lo clásico como lo relacionado con el mundo platónico donde lo que interesan son las formas puras que contienen lo que persiste como ideal. Por pintoresco no se refiere a la fragmentación, decadencia o estado ruinoso típicos del pintoresco ingles del siglo XVIII, sino que una ordenada agrupación de elementos del programa en planta se revela como fragmentos que dan al observador la percepción temporal y cinética del espacio típica del pintoresquismo, según describe Le Corbusier cuando analiza la calibrada secuencia de vista de la Acrópolis descrita por Choisy o incluso, salvando las diferencias porque el espacio arquitectónico no se percibe proyectado sobre una pantalla plana, según las filmaciones, “montaje”, del cineasta vanguardista ruso Einsentein.
El programa funcional se distribuye en una sola planta en un esquema que repite la serie: “doble crujía + pasillo”. Estas crujías dobles alternan las estancias con patios, de manera que se garantiza una buena iluminación a todos los espacios y se esponja el edificio. La estructura de muros de hormigón armado visto se adapta muy bien a este esquema, situándose en las líneas de contacto de las bandas de programa. Los usos se reparten agrupados en dos grandes mitades: usos administrativos y usos sanitarios, claramente diferenciados en planta. La primera engloba las áreas de atención, con el vestíbulo de acceso, la z
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