Residencia Geriátrica Mas Camarena
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La iniciativa se pone al servicio de la atención integral a las personas mayores, y se enmarca en la nueva sensibilidad social hacia sus necesidades específicas; una sensibilidad emergente en un mundo que progresa en sus cotas de desarrollo y protección social, e intenta reaccionar con responsabilidad ante el visible aumento de nuestras expectativas de vida.
Constituye en definitiva una residencia destinada a personas de edad avanzada que a menudo no se valen por sí mismas y se ven necesitadas de una atención personalizada de carácter integrado y continuo, capaz de proporcionarles mayores niveles de autonomía física y seguridad psíquica. El alojamiento se combina con la asistencia sanitaria y psicosocial de los ingresados. Y tiene una capacidad teórica de hasta 140 plazas.
El objetivo prioritario del diseño es, por supuesto, contribuir en la medida de lo posible a la mejora de la calidad de vida y el nivel de confort físico y psíquico de las personas a cuyo uso se destina. Tata de dar respuesta funcional y formal al eventual conflicto intencional implícito en este tipo de residencias, debido a la forzada colectivización y la eventual pérdida de la intimidad que pudiera traer consigo, con medidas correctoras. Los espacios se proyectan asímismo con la intención de aliviar el trabajo del personal del centro en materia de atención y vigilancia.
El diseño responde ante todo, en cualquier caso, a las características de la parcela. En general, se ciñe a sus alineaciones máximas y obligatorias, y trata de dar la mejor respuesta posible a su carácter de edificio exento. La alineación de la planta se retrasa tan sólo en la planta baja, en aras de la consecución de un amplio porche exterior cubierto, y con los miradores de las plantas superiores. No obstante, el proyecto se ve fuertemente condicionado por las limitadas disponibilidades espaciales y presupuestarias. Y busca primar los aspectos funcionales del edificio, con un lenguaje marcado por las severas exigencias de la viabilidad económica y, en fin, caracterizado por su sobriedad y su dependencia de soluciones técnicas marcadas por su simplicidad, convencionalidad y solvencia.
El volumen edificado se estructura, en realidad, en función de la relación existente entre los dos elementos fundamentales del programa: las dependencias comunes de la residencia y las habitaciones. La diferenciación se hace por plantas: se da un carácter más público a las plantas bajas, que acogen el programa de servicios generales y espacios comunes; y las plantas elevadas se reservan a las habitaciones, cosa que favorece su privacidad. Así, en planta baja aparecen las salas y áreas de administración y gestión, atención médica, terapia ocupacional, rehabilitación, comedor general, cafetería, peluquería, capilla y visitas; y en planta de sótano la cocina con sus dependencias anexas, la zona de personal con sus vestuarios y salas, el velatorio, la zona de instalaciones y el garaje. Cada una de las tres plantas superiores alberga su correspondiente número de habitaciones, con baño incorporado, un baño geriátrico, el comedor con su oficio y una sala de estar de planta.
Las habitaciones, individuales y dobles, tratan de preservar la intimidad del residente, con unas adecuadas condiciones de espacio, luminosidad y ventilación exterior; y disponen de un aseo adaptado a las necesidades de usuarios que evolucionan en silla de ruedas.
La distribución trata de atender de la manera más escrupulosa y exacta tanto a los requerimientos específicos de la normativa cuanto a los argumentos de experiencia acumulados por la empresa promotora a lo largo de su dilatada trayectoria. En general, se ha prestado especial atención a las relaciones funcionales entre las diversas áreas y estancias y a los requisitos dimensionales y de sectorización establecidos al efecto, tratando de lograr el óptimo encaje del programa con vistas a la consecución de una instalación capaz de responder en conjunto a los más exigentes criterios de eficiencia y atractivo ambiental y estético, siempre en el marco de las condiciones de viabilidad económica de la operación, que llevan a tratar de evitar encarecimientos innecesarios.
El edificio se resuelve en los términos de una lógica constructiva elemental, con una terminación continua de mortero monocapa blanco en fachadas, y con el complemento de unos revestimientos metálicos de panel industrial de chapa de acero lacado en tonos metalizados en elementos singulares. La presencia de unos balcones corridos quiere servir de contrapunto a la elementaridad del volumen y la estricta composición de sus ventanas, e introduce un ingrediente de amabilidad en la percepción interior y exterior del edificio. Un sistema de lamas correderas de acero galvanizado cubre íntegramente la fachada Sur, la más larga, diáfana y abierta del edificio, a efectos de protección solar y gradación de los niveles de iluminación natural. Destaca en esa fachada, no obstante: de un lado, la aparición del gran porche cubierto de la planta baja; y de otro, la introducción de tres grandes miradores que se proyectan en vuelo y asoman sobre el paisaje, a partir de la alineación general del volumen, dando forma al gesto de mirar hacia afuera de quien busca una cierta expansión a partir de su experiencia de la compactación tan estricta del espacio en las plantas.
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