Comportamiento de los hospitales ante el apagón general

Instalaciones Electricidad Comportamiento de los hospitales ante el apagón general

El pasado 28 de abril, alrededor de las 12:30 horas, se produjo en la España peninsular una serie de fallos en cadena que desembocaron en un apagón generalizado. En cuestión de minutos, prácticamente todo el país quedó sin suministro eléctrico de la red pública, una situación sin precedentes por su magnitud y simultaneidad.

Siendo lunes a mediodía, y sin previo aviso o posibilidad de anticipación, los hospitales y centros de salud se encontraban en plena actividad: operaciones quirúrgicas, diagnósticos, tratamientos, consultas externas, etc.

Las instalaciones de todos los hospitales reaccionaron en general correctamente, activando de forma automática, en cuestión de segundos, los sistemas de alimentación eléctrica de emergencia mediante grupos electrógenos, según lo previsto en cada centro.

Los servicios técnicos identificaron rápidamente que se trataba de una situación anormal, a diferencia de cortes producidos en otras ocasiones, porque fallaron simultáneamente las dos líneas de media tensión con las que cuenta todo hospital, provenientes de centros de distribución distintos e incluso, en algunos casos, de compañías diferentes. Tampoco se trataba de un corte programado, que suelen realizarse en horario nocturno y con previo aviso por parte de la compañía.

En general, puede afirmarse que todos los hospitales del país se comportaron correctamente y realizaron la conmutación a los sistemas de emergencia en pocos segundos, lo que permitió mantener la operatividad básica y la continuidad de los servicios esenciales. Sin embargo, una de las principales preocupaciones entre personal, pacientes, y acompañantes fue la interrupción de las comunicaciones a través de los teléfonos móviles, que dejaron de funcionar en casi todas las compañías. Solo de forma intermitente y en determinadas operadoras se pudieron enviar mensajes principalmente, debido a las fuentes de respaldo con que cuentan algunas pocas antenas de telefonía.

Además, se pudo observar que, ante la caída de las comunicaciones, muchos usuarios del hospital e incluso multitud de transeúntes que se acercaron a los mismos, se conectaron a las redes wi-fi gratuitas de los hospitales para poder comunicarse con sus familiares, lo que pudo provocar un riesgo de caída o ralentización del sistema.

Uno de los factores clave para el funcionamiento adecuado durante el apagón fue el dimensionamiento de los grupos electrógenos respecto al consumo medio de cada hospital. Históricamente, los hospitales más antiguos contaban con grupos cuya potencia representaba sólo el 25% de la carga, conforme a lo exigido por el Reglamento Electrotécnico de Baja Tensión. La experiencia acumulada ante cortes puntuales llevó posteriormente a aumentar esa proporción: primero al 50% y, en la actualidad, al 90-100% de la potencia media consumida (no confundir con la potencia instalada).

La mayoría de los grandes hospitales construidos en la segunda mitad del siglo XX han acometido importantes reformas en sus infraestructuras eléctricas, incrementando la capacidad de sus grupos electrógenos con el fin de garantizar un suministro lo más cercano posible a la normalidad en situaciones de corte.

En las primeras horas del corte eléctrico, la información recibida (el medio más fiable y en algunos casos el único fueron las emisoras de radio) era nula o muy escasa y sobre las previsiones de la duración del corte eléctrico. Como se intuía que el corte podía durar bastantes horas empezó a tomar importancia la capacidad de almacenamiento de combustible líquido para los grupos electrógenos.

Tradicionalmente, lo normal era que los hospitales dispusieran de una autonomía de combustible para operar a plena carga de entre tres o cuatro horas, suficiente para cortes eléctricos breves y con grupos construidos para no trabajar en continuo sino para trabajar en breves periodos de tiempo. Sin embargo, en los proyectos hospitalarios de los últimos años se ha ido incrementado esa autonomía a un tiempo comprendido entre 24 y 48 horas, preparándose para escenarios de emergencia más exigentes.

En este aspecto sí se observaron diferencias significativas entre centros. Algunos hospitales disponían de reservas adecuadas, mientras que otros —en especial clínicas pequeñas o centros antiguos— contaban con solo unas pocas horas de autonomía, lo que generó tensiones. En algunos casos se logró reducir la carga eléctrica para prolongar el funcionamiento; en otros, fue necesario trasladar combustible desde otros hospitales mediante bidones.

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