Hospital amigable con las personas mayores: una adaptación al cambio demográfico
En la actualidad más del 50% de todos los ingresos hospitalarios corresponden a personas de más de 65 años, con estancias más largas que el resto de la población y con reingresos más frecuentes (datos 2017 de la sanidad pública. Unidad de Información y Conocimiento, CatSalut).
El cambio demográfico en nuestro país tendrá una progresión espectacular. Se prevé que seremos uno de los países más envejecidos del planeta, debido a la combinación de una alta esperanza de vida (de las más elevadas del mundo) y una baja tasa de fecundidad (de las más bajas de Europa). Los datos nos lo muestran: En 1960 la población de 65 años y más era del 8’2% (dato del INE), en 2018 del 18,8% y, previsiblemente, en 2030 alcanzará el 25% y en 2050 el 30% (casi triplicándose el número de mayores de 85 años). A 1 de enero del 2018 había 119,3 personas mayores de 65 años por cada 100 menores de 15 años (índice de envejecimiento). Del total de mayores de 65 años (1.417.311 personas), el 16’7% tenía más de 85 años (236.434 personas), según el índice de sobreenvejecimiento (datos de Catalunya, Idescat).
Este gran aumento del porcentaje de gente mayor (“la revolución de la longevidad”) ha producido un desfase entre la concepción de los hospitales, como unidades pensadas para tratar las patologías agudas sobre todo en pacientes jóvenes, y el hecho de que el envejecimiento de la población haga que las personas mayores sean sus usuarias mayoritarias.
Las personas mayores y sobre todo las muy mayores, usuarias de los servicios hospitalarios, son especialmente vulnerables porque pueden padecer con frecuencia y de forma simultánea varias enfermedades crónicas, junto con alteración de los órganos sensoriales o pérdida de funciones cognitivas o de movilidad, y a veces todo ello al mismo tiempo. A causa de su fragilidad (entendida como riesgo de dependencia) es más probable que la estancia en el hospital (incluyendo las unidades de urgencias), constituya para ellas un hecho determinante. Por todas estas circunstancias, su hospitalización es más compleja, característica que si no es atendida con conocimiento experto o no es tenida suficientemente en cuenta, puede derivar en complicaciones, como por ejemplo en una posible disminución de sus capacidades cognitivas y/o motrices, y que resulte en una menor independencia en el momento del alta hospitalaria. Estas complicaciones pueden comportar asimismo una alza significativa de los gastos (permanencias más largas, reingresos, aumento de la dependencia…).
Nos encontramos pues ante un cambio de tipología en la mayoría de las personas usuarias: son mayores y presentan a menudo pluripatología y cronicidad. Nuestros establecimientos hospitalarios no están suficientemente adaptados para responder a esta nueva situación que podría ir complicándose aún más debido a la aceleración en los próximos años del cambio demográfico (los baby boomers -la generación más numerosa- irán llegando pronto a la vejez).
Ya en los años noventa, en EEUU y Canadá, aparecieron algunas primeras ideas en este sentido, es decir sobre la conveniencia de diseñar hospitales más adaptados a las necesidades específicas de las y los pacientes de mayor edad (“hospitales amigables”), apuntada por profesionales de la enfermería a partir de su experiencia en atención geriátrica.
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