Ciudades y pandemias: hacia un futuro más justo, verde y saludable
El informe de ONU-Hábitat sobre “Ciudades y Pandemias: Hacia un futuro más justo, verde y saludable” presenta un análisis de la situación de la COVID-19 en las ciudades y zonas urbanas después de un año desde la declaración de la pandemia y esboza una serie de medidas audaces que podrían permitir una recuperación duradera y sostenible de la crisis actual.
Desde los primeros días de la pandemia, las ciudades han estado en primera línea del COVID-19. La propagación del virus a nivel mundial a través de los viajes, el comercio y la movilidad hizo que un gran número de las primeras infecciones detectadas aparecieran en zonas urbanas, lo que llevó a muchos a cuestionar su futuro. Estas preocupaciones no hicieron más que aumentar cuando las restricciones para contener la transmisión, como los cierres y los toques de queda, paralizaron las economías locales. Sin embargo, en los meses siguientes, a medida que los retos de la pandemia han evolucionado, también lo ha hecho nuestra comprensión de la enfermedad y su compleja relación con las ciudades.
De hecho, al igual que en anteriores crisis de salud pública, los principales factores de riesgo para los residentes urbanos son la desigualdad, la vivienda inadecuada y la falta de acceso al agua potable, el saneamiento y la gestión de residuos. Las condiciones agravantes, como los altos niveles de contaminación atmosférica, también han contribuido a exponer a las comunidades marginadas a impactos más graves. Al mismo tiempo, cada vez está más claro que la densidad urbana no es en sí misma un factor decisivo en la transmisión del virus. De hecho, los estudios han demostrado que en algunas regiones los niveles de infección y mortalidad per cápita eran a menudo menores en los centros urbanos más poblados que en las zonas suburbanas o rurales circundantes.
Por tanto, la distinción más significativa no suele ser entre zonas urbanas y rurales, sino la disparidad entre una densidad equilibrada y unos servicios adecuados -algo que incluso las ciudades de alta densidad pueden conseguir si se cuenta con la gobernanza y los recursos necesarios- y los asentamientos superpoblados y excluidos y los barrios marginales. En la práctica, estas divisiones suelen ser muy evidentes incluso dentro de las ciudades o los distritos, como ilustra la sorprendente variación de los niveles de infección local en función de los niveles de pobreza, la etnia y otros factores.
Por lo tanto, sólo si se abordan los problemas subyacentes de la desigualdad y la exclusión en las ciudades, se podrá gestionar y contener eficazmente el COVID-19. Si esta tarea parece desalentadora, también hay razones para un tímido optimismo: con las políticas adecuadas, los enormes recursos económicos y sociales que se están invirtiendo para frenar la pandemia podrían contribuir a crear zonas urbanas más verdes e inclusivas a largo plazo.
El informe se centra en cuatro prioridades clave:
- Repensar la forma y la función de la ciudad
- Abordar la pobreza y la desigualdad sistémicas en las ciudades
- Reconstrucción de una economía urbana
- Aclarar la legislación urbana y los acuerdos de gobernanza
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