La estrategia de control de la contaminación en entorno de investigación biomédica. Aplicación a casos específicos

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Tras la pandemia, los conceptos de bioseguridad y biocontención han salido del ámbito académico y han llegado al gran público. El control de la contaminación en estos entornos de investigación es crítico, tanto para garantizar el éxito de la investigación como evitar cualquier accidente que ponga en peligro a los trabajadores y el propio entorno.

No existen fórmulas únicas. Una evaluación de riesgos exhaustive de este entorno nos definirá las seguridades a aplicar. A continuación, se explican brevemente algunos de los principales conceptos a tener en consideración.

 

Introducción

En junio de 2020 se modificó por segunda vez la Directiva Europea Directiva 2000/54/CE: protección de los trabajadores contra los riesgos relacionados con la exposición a agentes biológicos. Esta directiva, en sus más de 20 años de vida, únicamente había sido modificada una vez, para ponderar los ‘priones’. El 18 de junio de 2020, cuando el alcance de la pandemia ya era evidente en todo el mundo, se modifica la directiva para añadir un único microorganismo: el SARS-CoV-2, que directamente se clasifica con un nivel 3.

¿Qué trascendencia tiene esta clasificación? ¿Por qué supone un antes y un después en el mundo del control de la contaminación y la bioseguridad?

 

La clasificación de los microorganismos

La directiva antes mencionada contiene una completa clasificación de los microorganismos conocidos. Así, en función del riesgo que pueden generar a seres humanos, animales y al medio ambiente en general, los microorganismos se clasifican en cuatro niveles, siendo el nivel 4 el de mayor riesgo. De forma breve, tenemos:

  • Nivel 1: microorganismos que no representan un riesgo significativo para la salud humana y el medio ambiente, como las cepas no patógenas de bacterias y hongos.
  • Nivel 2: microorganismos que pueden causar enfermedades en humanos, pero que no son transmitidos por vía aérea y que tienen tratamientos efectivos, como la mayor parte de la salmonella o la hepatitis A.
  • Nivel 3: microorganismos que pueden causar enfermedades graves en humanos, con transmisión comunitaria y se dispone de algún tipo de medida de prevención o profilaxis. Aquí encontramos la hepatitis B y el Agente de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (priones).
  • Nivel 4: microorganismos que causan enfermedades mortales para las que no existe tratamiento o este es muy limitado, como el virus del Ébola, Marburgo o la viruela.

Habitualmente, se considera que se trabaja en biocontención cuando se manipulan microorganismos de nivel 3 y 4.

Así, parecería sencillo identificar un microorganismo, averiguar cuál es su nivel de riesgo y diseñar un entorno de trabajo seguro para el mismo. Pero la realidad no es exactamente así.

 

El impacto de la evaluación de riesgos en el trabajo con patógenos de alto riesgo

Nadie quiere equivocarse. Nadie quiere sufrir un accidente ni una liberación incontrolada de microorganismos en su centro. Tampoco nadie desea que una contaminación ambiental indeseada perjudique una investigación en curso, alterando los resultados de esta.

¿Es viable trabajar suponiendo siempre ‘el peor caso’? ¿Podemos trabajar considerando siempre que los microorganismos con los que trabajamos son altamente patógenos y que nuestro control de contaminación ambiental es perfecto?

La realidad nos dice que esto no es posible. Las instalaciones de biocontención de alto riesgo requieren grandes recursos económicos, en su construcción y en su mantenimiento. Y el ‘control de contaminación ‘cero’’ es prácticamente imposible de alcanzar.

Así, ¿qué debemos hacer?

Debemos realizar una precisa y honesta evaluación de los riesgos reales de nuestro centro, y aplicar las medidas que resulten del mismo, hasta llegar a un nivel de riesgo aceptable. Y, de forma periódica y sistemática, debemos revisar esta evaluación para corregir las medidas tomadas en lo que sea necesario.

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