Calidad del aire en las residencias de mayores y centros de día más allá de la pandemia
España, como la mayoría de las principales economías del mundo, se encamina de manera fulgurante hacia una pirámide poblacional invertida. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 2001 el 16% de la población española tenía 65 años o más. En el año 2020, casi veinte años después, este porcentaje se disparó hasta el 21% de la población y se calcula que en 2030 esta cifra aumentará hasta el 30%[1].
Esta tendencia poblacional se debe a factores como el alargamiento de la esperanza de vida, la reducción de la natalidad y los cambios laborales y culturales, entre otros factores. Como consecuencia cada vez más personas mayores y familiares deciden hacer uso de los servicios ofrecidos en residencias para mayores y centros de día.
Estos espacios, a menudo deben estar medicalizados, para poder dar servicios de enfermería e incluso medicina general a las personas mayores, más vulnerables ante enfermedades sin tanto efecto en el resto de la población, como las gripes estacionales, las alergias o el asma, entre otras. Tristemente, esta mayor vulnerabilidad quedó demostrada durante la pandemia provocada por la COVID-19, cuando más de 34.000 personas que vivían en estos centros perdieron la vida a causa del coronavirus[2].
La calidad del aire interior tiene un impacto significativo en la salud y el bienestar de los usuarios de las residencias de mayores. Una mala calidad del aire puede desencadenar o agravar problemas respiratorios, como el asma y las alergias, así como provocar irritación ocular, fatiga y dolores de cabeza. En las personas mayores, que a menudo tienen sistemas inmunológicos debilitados, estos efectos pueden ser aún más perjudiciales. Una adecuada ventilación y la utilización de filtros mecánicos de alta eficiencia ayudan a reducir la exposición a contaminantes y a mantener un entorno más saludable para los residentes.
Es importante destacar que la inversión en la mejora de la ventilación y la calidad del aire interior en las residencias de mayores no solo beneficia a los residentes, sino también al personal y visitantes. Al proporcionar un entorno más saludable, se reducen los riesgos de enfermedades y se promueve un ambiente más seguro para todos.
Se debe tener en cuenta, también, que las enfermedades y los problemas de salud no son cuestión de mala suerte. Tendemos a pensar que muchas de las dolencias que sufrimos hoy en día están relacionadas con una predisposición genética, pero la realidad es que la mayor parte de ellas son consecuencia de nuestro entorno y de nuestro estilo de vida. Es decir, de factores que podemos controlar y mejorar.
Por estos motivos, hacer que los espacios interiores sean saludables y seguros es una obligación y esto pasa, de manera inequívoca, por el diseño de sistemas de ventilación y tratamiento del aire completos y eficaces.
La normativa de referencia en nuestro país en materia de calidad del aire interior, para todas aquellas edificaciones no residenciales, es el Reglamento de las Instalaciones Térmicas de los Edificios (RITE). En el apartado IT 1.1.4.2 se resumen las exigencias de calidad del aire interior que se deben cumplir a la hora de diseñar los sistemas de ventilación en diferentes estancias.
Estas exigencias son más o menos elevadas en función del tipo de espacio que se esté diseñando. Estos espacios se clasifican según la calidad del aire interior (IDA) que deben tener. Así, los espacios donde se encuentren personas más vulnerables (como hospitales, clínicas y guarderías) se categorizan como IDA 1 y tienen mayores requisitos de diseño.
Dentro de esta clasificación, las residencias de mayores son consideradas espacios de tipo IDA 2, en los que hay que considerar un caudal de 45 m3/h por persona según el método de cálculo del aforo y una doble etapa de filtración, en la mayoría de los casos, F6+F8.
Sin embargo, como ya se ha comentado, muchas de estas residencias están medicalizadas, por lo que se deben considerar estos espacios dentro de la categoría IDA 1, con un caudal de diseño de 72 m3/h por persona según el método de cálculo del aforo y una doble etapa de filtración, en la mayoría de los casos, F7+F9.
En espacios con zonas de actividad tan marcadas (zona médica, zonas comunes, zona de habitaciones…) la mejor estrategia es sectorizar estos espacios y que sean tratados por equipos de ventilación diferentes. Los recuperadores de calor con filtros mecánicos incorporados son la mejor opción para asegurar una buna calidad del aire y reducir el consumo energético, ya que permiten reducir el uso de las tecnologías de refrigeración y calefacción.
Además, es conveniente reforzar el tratamiento en las zonas comunes con soluciones de recirculación del aire interior. Estos equipos cuentan con tecnologías como la filtración HEPA y cámaras germicidas UVC que permiten recircular el aire de la sala y tratarlo completamente sin necesidad de instalación de conductos ni unidades exteriores. Por ese motivo, resultan muy apropiados para reforzar espacios donde se vayan a reunir varias personas con sintomatologías o afecciones diferentes.
En conclusión, la ventilación y la calidad del aire interior son aspectos fundamentales para tener en cuenta en las residencias de mayores. La ventilación mecánica controlada y la utilización de equipos de recirculación de aire con filtros de elevadas prestaciones son herramientas indispensables para garantizar un entorno saludable y seguro para los residentes. La inversión en estas medidas contribuye a reducir el riesgo de infecciones respiratorias, mejorar la calidad de vida de los ancianos y promover su bienestar general. Es fundamental que las autoridades competentes prioricen estas medidas para garantizar un cuidado óptimo de los residentes.
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