La arquitectura de las residencias: espacios para cuidar, no para curar

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El 50% de la mortalidad durante la crisis sanitaria del COVID-19 se ha producido en las residencias.

Esto ha convertido al sector de la atención a las personas mayores en una de las principales víctimas de esta situación, poniéndose en entredicho todo el sistema de atención a la dependencia.

Pero no hay que olvidar que estamos hablamos de una población mayor de 80 años, con un 90% de residentes pluripatológicos, con diversos grados de demencia también en la mayoría de los casos.

En las residencias se convive, se comparten espacios, se come en común, se tiene un contacto estrecho con cuidadores que pasan de estar con un residente a estar con otro… El COVID-19 ha sido un caso de extrema gravedad, que nos ayudara a reconsiderar cómo deben ser las residencias.

Estos días hemos oído reiteradamente que hay que “medicalizar” el modelo asistencial. Es cierto que estos días todas las residencias han tenido que adaptar los espacios a un modelo más propio de un hospital, debido a que debían dar respuesta a una enfermedad. Pero las residencias son espacios para CUIDAR y no para CURAR, la vejez no es una enfermedad sino una etapa más de la vida del ser humano.

La evolución y el bienestar de nuestra sociedad demanda cada vez más protección de los derechos de las persones, con el fin de garantizar un envejecimiento en el que quede asegurada su dignidad.

Frente a conceptos tradicionales ligados a los cuidados asistenciales (limpieza alimentación y salud) ahora la tendencia es atender también conceptos como autodeterminación, relaciones personales, afectos, inclusión social y proyecto y calidad de vida, esto es, que pongan a las personas en el centro de nuestra atención.

El modelo arquitectónico es uno de los pilares principales del modelo de atención centrado en la persona.

Las residencias para mayores suponen un reto de diseño ya que para los residentes se convierte en su casa. El desafío es diseñar un hogar, personalizable, que sea sensible y responda a las necesidades humanas y al bienestar, tanto físico como emocional.

Como arquitectos debemos reflexionar sobre cómo debe evolucionar el modelo de residencia a partir de las lecciones aprendidas durante esta crisis.

Es una obviedad que la arquitectura del modelo de atención centrado en la persona, con pequeñas unidades de convivencia autónomas, permite el confinamiento de manera más individualizada y segura, reduciendo las posibilidades de contagio por distanciamiento de los residentes.

Pero quedarse en eso es tener una visión muy simple y alejada de la realidad. El aislamiento de los casos positivos no es suficiente para evitar el contagio y así se ha podido comprobar en numeras residencias donde a pesar de proceder correctamente con los protocolos han tenido muchos casos de contagio y elevada mortalidad.

La atención centrada en la persona debe ir más allá de “hacer residencias lo más cercanas estéticamente a una vivienda”. Esto es quedarse en lo meramente decorativo, ha de ser todo lo contrario de actuar sobre el ambiente físico mediante actuaciones superficiales de maquillaje, mera decoración o buen gusto sin ninguna evidencia científica de los beneficios que aquella actuación aporta a los residentes.

Especialmente en las personas en situación de dependencia, el ambiente físico tiene gran importancia en su bienestar físico y subjetivo. Por tanto, es preciso lograr entornos accesibles, confortables, seguros y significativos.

El envejecimiento se caracteriza por muchos cambios que se reflejan en el cuerpo, los diversos sistemas sensoriales, y lo más críticamente, el propio cerebro. Las personas mayores actualmente son especialmente vulnerables porque padecen con frecuencia y de forma simultánea varias enfermedades crónicas, junto con alteración de los órganos sensoriales, pérdida de funciones cognitivas y de movilidad.

Es importante recordar que a medida que envejecemos, hay cambios en los sistemas sensoriales: la audición (hipoacusia, cambio en el equilibrio), la visión (nitidez, enfoque, la tolerancia para el deslumbramiento, la diferenciación entre los colores, visión periférica), olor y sabor (atrofia de las papilas gustativas, la reducción de olor / sabor percepción), y tacto (cambio en la sensibilidad y niveles de sensibilidad).

Los episodios de infecciones y contagios, sin llegar a la extrema gravedad de la situación actual, se repiten cada año, a pesar de los recursos dedicados a la prevención. Las residencias deben tomar de las infraestructuras hospitalarias aquellos aspectos que incidan en la Seguridad de los residentes frente a episodios de infección y contagio:

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Comentarios

Subido por el Mar, 23/06/2020 - 10:11

Tan solo unas palabras para manifestar mi total adhesión con los criterios expuestos en el articulo.

La arquitectura y los profesionales de esta disciplina, es decir, los arquitectos; y esto no es ahora ninguna perogrullada, somos los que debemos recibir el encargo. Y con esto no me refiero a las "oficinas" de arquitectura, meras gestoras de tramites administrativos o a los "despachos" de arquitectura donde se "despachan" arquitecturas complacientes. 

Me refiero a los "estudios"  de arquitectura, donde se estudia y se proyecta la arquitectura.

Una residencia es un espacio residencial y un hospital es un espacio sanitario. Es en los hospitales donde se ha recortado el espacio para los enfermos  de edad, los pacientes geriátricos, porque ocasionan una inversión por encima de los "estándares", de los "ratios" que los gestores no saben gestionar.

Por otro lado, las residencias han captado el interés de los especuladores y no se espera que la generosidad de los recursos arquitectónicos y humanos  por un lado y la personalización del espacio del residente, por otro , sean ahora las preferencias de los promotores.

mi humilde y sincera felicitación a los autores del articulo.

 

Bernardo García Tapia, arquitecto. 

 

Subido por el Jue, 09/07/2020 - 07:02

Muchas gracias Bernado, 

creemos que las residencias son el hogar de muchas personas mayores y se tienen que diseñar así.

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