Espacios saludables. La importancia de la calidad del aire en los hospitales

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La calidad del aire en entornos hospitalarios constituye un factor crítico debido a su impacto directo en la salud y el bienestar tanto de los pacientes como del personal sanitario. Dado que se trata de espacios cerrados con alta densidad de ocupación, resulta esencial asegurar condiciones ambientales óptimas que garanticen el confort y la protección de las personas frente a agentes biológicos aerotransportados, tales como bacterias, virus y otros patógenos presentes en el aire.

Los hospitales son entornos de alto riesgo para la transmisión de infecciones. Muchos pacientes están inmunodeprimidos, ya sea por enfermedades o tratamientos agresivos, y esta condición los hace especialmente susceptibles a la infección por microorganismos presentes en el aire, como Staphylococcus o diversos virus, que pueden infectarlos a través de las vías respiratorias, por heridas abiertas o por contaminación cruzada con superficies y equipos. La prevención de este tipo de infecciones adquiridas en el hospital (nosocomiales) es una prioridad en el diseño de las infraestructuras hospitalarias, lo que exige la implementación de sistemas de ventilación técnicamente robustos, libres de contaminantes, que no actúen como vectores de diseminación patógena. Es fundamental la incorporación de sistemas avanzados de filtrado y renovar el aire de forma constante, así como el control de parámetros ambientales como temperatura y humedad relativa, a fin de prevenir la acumulación de patógenos y gases, y la proliferación de microorganismos como mohos y bacterias.

Determinadas áreas dentro de los hospitales requieren condiciones ambientales controladas específicas para prevenir la contaminación microbiológica. Es el caso de los quirófanos y las UCIs, donde se implementa una presión positiva del aire, dirigida hacia el exterior, con el objetivo de impedir el ingreso de partículas contaminantes desde zonas adyacentes. En contraste, en las habitaciones de aislamiento destinadas a pacientes con enfermedades infecciosas, se establece una presión negativa, lo que permite que el flujo de aire ingrese al recinto, siendo posteriormente filtrado antes de ser expulsado al ambiente exterior. Estas estrategias minimizan el riesgo de diseminación de agentes patógenos tanto hacia otras personas como hacia el entorno hospitalario general.

Por otro lado, el personal sanitario se encuentra expuesto de forma continua a diversos factores de riesgo, incluidos pacientes portadores de enfermedades infecciosas, compuestos químicos volátiles, anestésicos y otros contaminantes ambientales. La calidad del aire deficiente puede producir efectos adversos en ellos como síntomas respiratorios crónicos, irritación ocular y dérmica, cefaleas, fatiga y disminución del rendimiento cognitivo. La protección de la salud del personal es prioritaria por lo que la implementación de un sistema de climatización y ventilación eficiente, con capacidad para filtrar contaminantes y mantener una adecuada renovación del aire, contribuye significativamente a mitigar estos riesgos, además de limitar la propagación intrahospitalaria de agentes infecciosos entre el personal médico y asistencial.

Los hospitales están abiertos 24/7 lo que implica un alto consumo energético constante especialmente en sistemas como la climatización (calefacción, ventilación, aire acondicionado), la iluminación, los equipos médicos y sistemas de soporte vital o los laboratorios y quirófanos que requieren condiciones ambientales altamente controladas. En este contexto, los sistemas de ventilación y climatización pueden representar hasta el 50% del consumo energético total en un hospital. Por tanto, resulta fundamental un equilibrio entre la calidad del aire interior y la eficiencia energética. Para lograrlo, es necesario incorporar tecnologías modernas como son los sistemas de ventilación con recuperador de calor, los sensores inteligentes de calidad del aire para regular automáticamente el flujo, y el monitoreo remoto para facilitar el mantenimiento preventivo y la optimización operativa.

 

Certificaciones de sostenibilidad

Muchos centros hospitalarios persiguen la obtención de certificaciones de sostenibilidad o normas ISO 14001 (gestión ambiental), que impulsan prácticas sostenibles. La inversión en sistemas de climatización energéticamente eficientes representa una estrategia clave para alcanzar dichos estándares, que además de confirmar la reducción de la huella de carbono, refuerzan positivamente la imagen institucional. Estas certificaciones evalúan múltiples aspectos, que incluyen la reducción de consumos, la incorporación de fuentes de energía renovables, el confort y bienestar del usuario, la sostenibilidad de la construcción, la eficiencia del consumo de agua, la calidad del aire interior y la incorporación de soluciones innovadoras. En función de la entidad emisora, se aprecian diferencias en las evaluaciones y los objetivos de cada certificación.

Existen diversas certificaciones que permiten evaluar y garantizar el compromiso ambiental, energético y humano de los edificios a lo largo de su ciclo de vida. Entre ellas, BREEAM destaca por su enfoque integral basado en diez categorías que valoran desde el diseño hasta la operación, considerando aspectos como la eficiencia energética, la gestión ambiental, el uso responsable de recursos, el confort de los usuarios y la innovación. En una línea similar, LEED se ha consolidado como la certificación más utilizada a nivel mundial, poniendo énfasis en la sostenibilidad constructiva, la eficiencia en el consumo energético y del agua, y la calidad del ambiente interior, con un sistema de créditos que determina distintos niveles de reconocimiento. Complementando estos enfoques, WELL introduce una visión centrada en la salud y el bienestar de las personas, evaluando parámetros como la calidad del aire y del agua, la iluminación, el confort térmico y acústico, el uso de materiales saludables y el fomento del bienestar mental y social. Por su parte, VERDE aplica una metodología de evaluación nacional que mide la reducción del impacto ambiental en relación con el consumo energético, la eficiencia en el uso de recursos, los materiales empleados y el confort de los ocupantes, siempre desde una perspectiva de ciclo de vida completo.

Estas certificaciones, aunque con enfoques distintos, comparten el objetivo común de impulsar una edificación más responsable, saludable y eficiente. Cabe destacar, que la inversión en sistemas de aire eficientes contribuye directamente al cumplimiento de los requisitos exigidos y al posicionamiento institucional en materia de responsabilidad ambiental. 

 

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